A principios de la década de los noventa, la actriz y performer María Teresa Hincapié obtuvo
el más importante galardón del campo artístico colombiano. Recibió el primer
premio del Salón Nacional de Artistas por la realización
de Una cosa es una cosa, performance de ocho horas de duración
consistente en la lenta distribución de objetos de uso cotidiano sobre el piso
en organización geométrica.
Un año antes, la investigadora e historiadora Marta Rodríguez
reseñó su trabajo y destacó los comienzos de la obra de esta artista.
Inicialmente, Hincapié trabajó con el actor y director de teatro Juan Monsalve.
Tiempo después se asoció con el artista José Alejandro Restrepo para hacer el
montaje Parquedades (escenas del parque
para una actriz, video y música). En palabras de Rodríguez, “es esta una
experiencia definitiva para la evolución de su trabajo [puesto que] implicó un
desprendimiento absoluto de las formas teatrales, de la caracterización de un
personaje y una oportunidad para explorar un ‘nuevo tiempo’, así como para
decantar su interés por la lentitud, la quietud y la repetición”.
De igual manera, encuentra que esa experiencia llevó a la
decantación formal del procedimiento de actuación que la performer adaptó del teatro oriental. Para la historiadora, allí había
ya una intención de “dar una nueva luz a la memoria con los ojos del presente,
rescatando elementos esenciales, dando un sentido profundo a hechos olvidados
por una sociedad que en su afán de progreso ha relegado los contenidos
espirituales que subyacen en toda manifestación artística…”.
De hecho, más adelante sostiene que esa orientación delimitaría claramente el
tono de sus presentaciones, conduciéndolos por una minuciosa atención en el
detalle y una estricta reducción de elementos a su presencia física y unos
pocos objetos.
Por otra parte, Rodríguez veía que la artista había implementado
un método de trabajo a partir de la obra Punto
de fuga. En ella, Hincapié utilizó el performance
como un modo no funcional de ocupación del espacio y del uso del tiempo. En la descripción
que hace de la obra se encuentra el germen de Una cosa es una cosa:
“… el performance tiene
una duración de doce horas diarias, de 8 a.m. a 8 p.m., durante tres días
consecutivos, tiempo en el cual la artista realiza los actos cotidianos más
sencillos y elementales en la vida de una mujer: levantarse, lavar, barrer,
cocinar… no con una intención de representar la cotidianidad, sin con el fin de
transgredirla a través de un tiempo ‘subjetivo’, un tiempo ‘interior’ de una
acción diacrónica realizada con un movimiento lento, pausado, enfatizando a
veces [en] instantes de quietud, como clímax de una acción, y en otras
ocasiones repitiéndola insistentemente”.
Así mismo, añade que para enriquecer la comprensión del punto de
vista de la artista también era necesario recordar su experiencia en el
monólogo Ondina, creado por Juan
Monsalve. En él:
“(…) se exploran dos fuerzas que coexisten en el interior de la
mujer: lo femenino y lo masculino, lo que insinúa la presencia de lo andrógino.
Para la versión dancística de Ondina,
que contó con la coreografía de Álvaro Restrepo y música de José Alejandro Restrepo,
María Teresa profundizó en esos dos aspectos. Esto la llevó a investigar el
símbolo esotérico que es expresado en la danza a través de diversas partes de
su cuerpo, convirtiéndose en el fundamento de sus movimientos. Se inicia así un
interés por las formas geométricas que conforman el símbolo”.
Esta obra fue difícil de aceptar en un comienzo por parte de los
especialistas y su acceso al campo artístico estuvo acompañado de controversia.
Para una disciplina que aún defendía la separación por técnicas como forma de
autorreconocimiento, la versatilidad de este tipo de obras resultaba incómoda o
no se la comprendía. Por ello, la curadora Carolina Ponce de León decía que “no
deja de ser reveladora la controversia en torno al performance de María Teresa Hincapié, premiado en el último salón
[nacional de artistas], cuando este modo de expresión cuenta con un desarrollo
de más de 20 años…”.