Acuarela asociada al dibujante colombiano José Manuel Groot (1800-1878) y al diplomático francés Auguste Le Moyne (1800-1880), en la que se ilustra una escena costumbrista en la ciudad de Bogotá en las primeras décadas del siglo XIX. El personaje central corresponde a una figura femenina vestida con una blusa blanca y una falda azul. Este personaje está descalzo y lleva el cabello recogido. Ejecuta una actividad doméstica y puede relacionarse con un grupo social trabajador diferente del representado en las ilustraciones de personajes de élite. En la escena se pueden apreciar varios utensilios para la preparación de alimentos y para oficios de limpieza: un canasto, una taza sobre un plato, un fuelle, una tabla de madera, una pala para horno y una escoba. El personaje femenino está ubicado frente a una estufa de carbón y al lado de un horno.
La ilustración evoca una cocina donde la actividad doméstica de una mujer constituye la acción central. Ella manipula con ambas manos un instrumento que parece ser un molinillo dentro de una olla chocolatera. Al lado de esta olla hay un plato con una taza de loza blanca, dispuestos para recibir la cocción. Tal práctica de preparación y toma del chocolate fue objeto del interés de Auguste Le Moyne, quien en un conjunto de imágenes registró varias escenas locales. Este diplomático llegó a Colombia en 1828, cuando el chocolate se había convertido en una bebida popular en la ciudad de Bogotá. En la literatura local del periodo se referencia también este hecho: José María Vergara y Vergara (1831-1872), poeta y literato de mediados del siglo XIX, señala que el chocolate era común entre los grupos sociales de la ciudad.
El ingeniero de minas francés Jean-Baptiste Boussingault (1802-1887), quien residió en Colombia desde 1823 y fue coetáneo de Le Moyne, escribió que casi todo el mundo desayunaba con chocolate en agua “muy claro y radiante”, y éste se consumía en las mañanas y en las tardes. Boussingault señala también que las personas pudientes acompañaban su chocolate con huevos revueltos o fritos, y que en los grupos sociales bajos se mezclaba el chocolate con maíz, lo que daba como resultado la chucula. En ambos casos, la preparación del chocolate estaba a cargo de las mujeres, tanto las llamadas “sirvientas”, como las “señoras principales del lugar”. Según Le Moyne, eran “el artista culinario que reina en ese lugar [la cocina]”. Esta acuarela, Preparación del chocolate para ser tomado en bebida, permite conocer algunos de los roles desempeñados por diferentes mujeres a principios del periodo republicano. En particular, las asocia con prácticas culinarias referidas a productos naturales americanos.
Se han considerado dos versiones sobre la procedencia del cacao. Una de ellas sugiere que su origen es amazónico y que de allí se difundió hacia Mesoamérica. En contraste, la segunda versión plantea que su origen es mesoamericano y que luego se esparció hacia la Amazonia. Durante los primeros años de contacto español en América, el chocolate llegó a los reinos peninsulares por medio de algunas órdenes religiosas, y junto a ellas se transmitieron también las tradiciones sobre la preparación y consumo del cacao como bebida. Dicha transmisión partió principalmente de la referencia sobre el consumo del cacao por los grupos indígenas de México. No todos los alimentos preparados por los grupos indígenas tuvieron acogida en la dieta de los españoles. Muchos de los alimentos consumidos por los indígenas fueron incluidos por los españoles en la medida en que se modificaban o reajustaban de acuerdo a los referentes que habían dejado en la península. El chocolate fue uno de ellos: se le agregó azúcar, especies y estéticamente se resaltó el placer de ver espuma en cada taza de esta bebida. El chocolate generó un impacto en los españoles, dado que fue una de las primeras bebidas estimulantes que se consumieron en grandes cantidades; y, de forma inusitada, su consumo partió desde la clase social más baja hasta filtrarse al placer gustativo de la élite.
La preparación del chocolate implicaba varios procesos antes de llevarlo al paladar. Primero se tostaba y molía en el cuarto de la molienda o en la misma cocina. Allí se ubicaban unas piedras anchas en las que se trituraba el cacao con otros dos trozos de piedras del tamaño adecuado para tomarlos en las manos. Posteriormente la harina gruesa que resultaba de dicha trituración se mezclaba, bien sea con azúcar o con maíz, los cuales se machacaban en la misma piedra, hasta fundirse en un solo conjunto en la olla con el agua.
El chocolate surgió de la dieta básica de los grupos sociales bajos, y luego adquirió nuevas características en el siglo XIX, cuando los refrescos o reuniones sociales con meriendas propias de la élite giraban en torno al chocolate. Éstas eran las ocasiones propicias para desplegar la ostentación y lujo del anfitrión. Sin embargo, el chocolate se servía con características diferenciadas en cada grupo social, a partir de recetas que cambiaron e incorporaron usos y productos exóticos, como las especies, o bien productos locales, como el maíz.
La Pieza del Mes forma parte de una colección de sesenta acuarelas y tintas incluidas en las Memorias del diplomático Auguste Le Moyne publicadas en 1880 en París. De las sesenta piezas, trece acuarelas están firmadas con las iniciales de A.L. (Auguste Le Moyne). Algunas de ellas repiten composiciones representadas por el comerciante inglés Joseph Brown (1764-1847) y son conservadas por la Royal Geographical Society of London. En 1953, las acuarelas de Le Moyne fueron redescubiertas en París por Carlos Botero y Nora Restrepo, quienes las adquirieron para su colección personal. En el año 2004, cuando sus hijas María Mercedes y María Cecilia las donaron al Museo Nacional de Colombia.
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