Feliza Bursztyn,
elogio de la chatarra

Fragmento texto de los curadores de la exposición
Camilo Leyva, Manuela Ochoa y Juan Carlos Osorio


“Cada exposición trae sus fantasmas. Las obras aparecen en la sala del museo y no muestran las peripecias del hacer, del montaje, del presupuesto ni de la investigación. A veces se olvida el polvo que recogen las esculturas, las manchas en las paredes y los papeles de los archivos que se debieron leer. Se pierden las conversaciones para llegar a la idea y las discusiones sobre la escritura del texto curatorial.

Ojalá la obra de Feliza Bursztyn se pueda ver con tranquilidad, se pueda pensar, antes de que se pierda en la bruma de la rapidez cotidiana. Comenzamos este proceso desde hace un año y medio, pero otras personas lo tenían antes en sus manos: Pablo Leyva, esposo de la escultora, y la historiadora Carmen María Jaramillo lo trabajaron durante varias jornadas con largas intermitencias. En el curso de esos años, se redactaron diferentes propuestas para conseguir el lugar de la exposición.

Con la decisión de no traicionar lo que captamos en la obra de la escultora, en la manera como se acercó al arte, empezamos a trabajar la idea para la curaduría desde su taller. Este lugar, no sólo fue su espacio de trabajo sino también un punto de encuentro importante entre escritores, poetas y otros intelectuales durante las décadas de 1950, 1960 y 1970. Existe todavía, y conserva la sensación del pasado por el olor del polvo, algunos objetos personales y de su oficio, la biblioteca y el jardín. Desde el taller pensamos en el hacer, en el acercamiento inmediato que tuvo Bursztyn con el material, en la disciplinada tarea de componer con las formas que le daba el mundo del desperdicio.

Avanzamos en la curaduría en contra de la rigidez de los conceptos y planteamos los textos con flexibilidad y el ánimo de centrar la conversación en la obra de Bursztyn. Nos queda la experiencia y el recorrido por los diferentes caminos que tienen las exposiciones. Algunos de estos aterrizan el proyecto: se parecen al enfrentamiento del escultor con el espacio, la gravedad y las infinitas posibilidades de la obra”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Feliza Bursztyn

 



Elogio de la chatarra

La exposición es parte de la serie denominada Homenajes Nacionales, como expresión de la política del Ministerio de Cultura según la cual el país exalta el trabajo de los grandes creadores que con su obra han hecho innumerables aportes a la historia del arte nacional.

27 años después de la muerte de Feliza Bursztyn sus esculturas en chatarra y residuos de acero inoxidable recuerdan las discusiones de las décadas de 1960 y 1970 alrededor del uso de material no convencional, la sexualidad, la abstracción y los montajes fuera de lo común. Su obra es actual: explora las posibilidades de materiales diferentes al mármol y al bronce, transgrede los cánones de la escultura con una abstracción indisciplinada que involucra al espacio y al espectador. En esta exposición que hace parte del programa Homenajes nacionales, la propuesta de los curadores revelan tres aspectos de su producción: poesía, movimiento y espacio:

Poesía

La palabra poesía significa transformación. En Grecia la utilizaban para señalar, por ejemplo, la acción del artista que convertía un bloque de mármol en una escultura. En las Chatarras de Bursztyn el desperdicio metálico es obra: deja su condición de residuo para ser apreciado como obra de arte. En su última serie, Color, la escultora retoma planteamientos iconoclastas con ensamblajes de partes de automóviles y composiciones cromáticas. Su vida revela un oficio riguroso y manifiesta una imaginación inagotable que abre miles de caminos.

  Enrique Santos: – Este proceso de modelar chatarra es lo menos delicado imaginable, retorcer y aplastar, latas, hierro, tornillos...

Feliza Bursztyn: – Pero eso, en sí, es el arte: convertir una cosa en otra. Como Miguel Ángel, al convertir una piedra en una estatua. La transformación total de la materia, en el fondo, es eso.
 

Movimiento

Las histéricas se sacuden y chillan, afectan el espacio y al espectador. Las Minimáquinas, hoy calladas y quietas, en 1969 fueron manipuladas por el público y cambiaron de forma una y otra vez. Estas esculturas son capaces de simular una máquina descontrolada y de atraer al público en búsqueda de botones y palancas. Son objetos que actúan, sin instrucciones ni límites.

 

Isaías González: –Entiendo que estas esculturas no tienen la rigidez de las otras y que pueden modificarse. ¿En qué forma?

Feliza Bursztyn: – Son esculturas hechas para el gusto de cada cual y cada uno puede variarlas de acuerdo con el estado en que se halle: se le puede poner algo propio; cada uno puede aportarle algo a la escultura.

 


Espacio

Las exposiciones Siempre acostada, Las camas y La baila mecánica se presentaron como espacios ambientales; hoy se cuentan entre las primeras instalaciones realizadas en el país. En éstas el lugar de exhibición se integra a las esculturas, el sonido, las luces y el movimiento. La obra se expande e involucra al espacio y al espectador. El ambiente creado por Bursztyn se acerca a lo absurdo y teatral, acentuado por la acción mecánica de las esculturas, la música y la penumbra.

Con la exposición de las Camas ocurrió algo maravilloso. Las mostré primero en Medellín. Entonces les encargué a un par de muchachos hermanos que escucharan y tomaran nota de todo lo que la gente comentaba. ¡No se imagina lo que alcanzaron a escribir! Resultó un libro extraordinario donde cuentan cómo algunas personas gritaban frente a las camas en movimiento, unas monjas lloraban, otros opinaban las cosas más inverosímiles. Fue algo maravilloso. Por eso yo insisto en que una obra es importante en la medida que suscite reacciones a la gente.

 


logos de la exposición elogio de la chatarra