Agosto, 2023
Poesía museológica para un museo alado
El museo tiene una naturaleza esencialmente poética. El origen de la palabra museo (Museion) viene concretamente del templo dedicado a las musas, fuentes de inspiración en las artes y las ciencias, sobre todo en la música y la poesía. Dicho templo estaba situado en la antigua ciudad de Alejandría. Así mismo, en la antigua Grecia existía un cantor mítico llamado Mousaios (Museo), hijo de Selene (la luna) y educado por las nueve musas. Cabe advertir, además, que la palabra griega mousa significa canción o poema. Mousaios, quien con sus melodías era capaz de curar las enfermedades, al parecer también era hijo de Orfeo, una representación metafórica de la expresión poética de la cultura humana . Cuenta la tradición griega que cuando Orfeo tocaba su lira, los pájaros dejaban de volar para escuchar su música. Estos personajes míticos que dan origen a la palabra museo nos recuerdan la esencia que tienen desde sus inicios estos espacios culturales de crear, por medio de la palabra, la música y el canto, nuevos sentidos poéticos de nuestra realidad.

El museo, en su proceso creativo, experimenta la museología como poiesis, –término griego que significa creación-producción– y tiene la capacidad de movilizar todos los sentidos y emociones humanas en las más diversas representaciones. Como dice la museóloga Teresa Scheiner, en los museos encontramos la figura del poeta, aquel que tiene la capacidad creativa de narrar lo real y lo imaginado. En ese sentido, el museo es al mismo tiempo la poesía y el poeta, el que narra y el mismo acto de narrar . De esta manera, la exposición se convierte en el itinerario poético que construye y manifiesta, con todos sus recursos materiales e inmateriales, la producción de nuevos sentidos y significados.

El Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María, con el vuelo del Mochuelo, es el museo-poeta con alas. Cuando el Mochuelo canta, los Montes de María escuchan atentamente. En su canto, lleva música, arte e historias vibrantes de fortaleza y sanación. A su vez, esos cantos viajan con sus voces a otros lugares y escuchan, dialogan y acogen nuevos relatos y cantos de distintos territorios, entre ellos, el del gorrión copetón. Este es un museo en movimiento, que se cimienta en el autoconocimiento y en la experiencia individual y colectiva, comprometida con la felicidad y el bienestar social de sus comunidades, y que nos muestra que en el campo y en las ciudades es posible liberarse y sanar la injusticia.

El museo como potencia política implica una “museología de la acción”, por lo que debe agenciar una acción transformadora que acompañe a los individuos y a las comunidades en la manifestación de sus más sabias expresiones, a favor de la vida en sociedad y como lugar de creación y resistencia . En su movimiento, el museo se actualiza, se transforma y vuela con libertad, a partir de lo cual genera la sintonía entre cuerpo y espíritu, entre lo que cada individuo es, percibe, siente y realiza conjugado con el anhelo colectivo.

Mientras va cantando, el Mochuelo despierta la dimensión política de la poiesis, al impulsar acciones transformadoras para las comunidades que habitan los Montes de María y dando ejemplo de gobernanza para todo nuestro territorio. De esta forma, reluce en el museo la potencia política vista en su extensión más plena: como forma de pensar lo colectivo, actuando como lugar de creatividad y transformación a favor de la vida.

Con la llegada de este museo desde los Montes de María, confirmamos, como propósito inaplazable en el Museo Nacional y en todos nuestros museos, que es preciso seguir abriendo la puerta a una poética de lo inédito. Una poética transformadora y cómplice de otras realidades y otros cantares. Una poética en todo su significado de acción–creación, ya que la realidad no se transforma por una proposición teórica, sino por la actuación en la cotidianidad . Esto implica reconocer las voces que aún están en silencio y otros lenguajes que pueden ser conjugados en espacios híbridos dialogantes, que respetan las representaciones que son significantes para cada quien.

La llegada del Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María, con su exposición El vuelo de El Mochuelo, al Museo Nacional de Colombia en Bogotá, es un acto político y poético.
Carolina Quintero Agámez
Museóloga del Museo Nacional de Colombia





1 Pierre Grimal, Diccionario de mitología griega y romana (Barcelona: Ediciones Paidós, 1991), 368.
2 Teresa Scheiner, “Museología — Poética, Política y Ética: Dimensiones transformadoras de las relaciones entre lo humano y lo real”, The politics and poetics of Museology 46 (2018): 193-213.
3 Mario Chagas, La museología que no sirve para la vida no sirve para nada (2017). https://es.scribd.com/document/525261816/CHAGAS-MARIO-2017-La-museologia-que-no-sirve-para-la-vida-no-sirve-para -nada
4 Scheiner, “Museología — Poética, Política y Ética…”, 193-213.
Septiembre, 2023
Las mujeres de los Montes de María
Nataly Mendigaña, historiadora

Las mujeres en los Montes de María se han caracterizado por su increíble fuerza, capacidad de liderazgo y cuidado de la comunidad desde principio de los tiempos. Debido a ello, han sacado adelante a sus hijos, apoyado a paisanos y reconfigurado su región todas las veces que ha sido necesario.

Ellas han desempeñado papeles fundamentales en la vida de las comunidades campesinas de los Montes de María, ya sea en los trabajos de agricultura, la crianza de los hijos, la preservación de tradiciones culturales o la promoción del bienestar social, entre otras labores. Durante los años de conflicto armado en Colombia, las mujeres montemarianas han sido afectadas de manera particular, ya que han sufrido la violencia, el desplazamiento forzado y otras consecuencias de la guerra.

A pesar de las dificultades, muchas de estas mujeres también se han destacado como líderes y agentes de cambio en sus comunidades. Han participado en iniciativas de paz, desarrollo sostenible y empoderamiento económico. Organizaciones de mujeres y líderes locales han trabajado para abordar cuestiones como la justicia de género, la igualdad de oportunidades y la participación política.

Diversas historias dan cuenta de esto, como las de mujeres como Juana Julia Guzmán, quien se destacó por su liderazgo en la creación de organizaciones campesinas que tenían como propósito la reivindicación los derechos laborales de la región, o Felicita Campos, lideresa campesina afrocolombiana de San Onofre, quien a principios del siglo XX empezó una cruzada para enfrentar a los terratenientes que estaban desalojando a parte de su comunidad y robando su ganado. Esta mujer atravesó el camino a pie, desde los Montes de María hasta Bogotá, como una forma de protesta hasta que se encontró con el presidente Miguel Abadía Méndez (1929), con quien logró el acuerdo de los títulos de las tierras de su comunidad.


¿Qué pasaba en esta región?
Desde el siglo XIX, el latifundio se consolidó en el Caribe colombiano como la principal forma de tenencia de la tierra. Como señala Catherine LeGrand (1988), tres cuartas partes de las adjudicaciones de predios en Colombia eran de más de 1000 hectáreas. Sumada a la priorización del Estado de favorecer la titulación de grandes propiedades, se dio un fenómeno ampliamente extendido de apropiación ilegal de tierras. Después de 1900, la expansión de la industria ganadera y la inversión extranjera en la costa atlántica incitaron la usurpación de miles de hectáreas. Quienes se apropiaban de estas tierras eran personas adineradas: “Allí, empresarios ricos utilizaban alambre de púas para cercar grandes lotes de baldíos, habitados a veces por pueblos enteros de colonos, y alegaban que se trataba de propiedades privadas” (LeGrand, 1988, p. 82). Pese a que estas ocupaciones eran ilegales, con el tiempo muchas fueron formalizadas por el Estado.

A los campesinos que eran expropiados de las tierras, donde en la mayoría de los casos habían permanecido por generaciones, no les quedaba más opción que aceptar las condiciones de los terratenientes, quienes lograron controlar la fuerza de trabajo en la región por medio de sistemas como el de la “matrícula”. Este era un contrato por medio del cual se vinculaba a los peones y concertados a una hacienda, ellos recibían un salario a cambio de trabajar más de diez horas diarias en las labores que el patrón determinara, no podían abandonar el trabajo y si lo hacían, debían pagar una multa o ir a la cárcel.

Además, cada hacienda tenía su almacén donde los trabajadores estaban obligados a comprar los artículos de primera necesidad. A menudo, los hacendados recurrían a instrumentos de tortura, como el cepo y el muñequero, para obligar a los trabajadores a cumplir con sus disposiciones y, para ello, contaban con el apoyo de las autoridades civiles y policiales (Vega, 2004).


Historias para la memoria
También podemos hablar de Soraya Bayuelo o Beatriz Ochoa, quienes casi un siglo después se propusieron informar a la región sobre lo que ocurría en medio del fuego cruzado que trajo el conflicto armado. Estas mujeres buscaban una forma de narrar de manera diferente a lo que la prensa y los medios informaban acerca de la región. Cifras, una zona roja y una cantidad de actores armados al margen de la ley en lucha por dominar las rutas de comercio de la región. Este ejercicio fue un modo de no permitir que el silencio reinara cuando el miedo lo era todo.

De ahí nace el Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María –El Mochuelo–. La materialización de este espacio va de la mano con la historia de una de las comunidades más poderosas de nuestra Colombia, que comparte una riqueza en sus formas de habitar, sembrar, expresarse a través de la música y los instrumentos. Tales tradiciones viven en armonías singulares, sin importar si sus sonidos tienen origen en los indígenas zenú, los negros cimarrones o las comunidades campesinas que también se han caracterizado por encontrar sus formas melódicas para acompañar el día con diversas coplas, décimas y ritmos, como los de Petrona Martínez o Marquesa Mercado, por nombrar algunos.

Hoy en día existe un colectivo de mujeres dentro de este Museo Itinerante, llamado Mujeres con los Pies en la Tierra, quienes aún se recuperan de los horrores de haber sobrevivido a la violación de todos sus derechos dentro del contexto de la guerra. Estas mujeres, a partir de varios ejercicios de sanación, buscan resaltar los valores de la región a partir de tejidos realizados con distintas telas propias, telas que quedaron en el camino y que tienen historia. Dichas telas hoy hacen parte de una muestra titulada Más allá del dolor, que nos llena de esperanza e ilusión, y que nos invita a pensarnos.

Por último y no menos importante, existe otro lugar de enunciación, a partir de la otra FAMMA, no la del conflicto armado, sino la del Festival Audiovisual de los Montes de María, inspirado por las lideresas de este Museo. Aquí se exalta la cultura montemariana, vista a través de esa resistencia y resiliencia que Soraya Bayuelo prefiere llamar preexistencia.

Este festival dura seis días y convoca a un sinfín de personas que, sin importar su profesión o lugar de procedencia, encuentran un lugar para ser escuchados. Estas personas del común son los invitados más importantes. Ellos, los pobladores de Montes de María, niños, jóvenes, hombres, mujeres y abuelos son campesinos que han sobrevivido a la violencia. Estas personas vienen al festival para presentar su obra maestra audiovisual. En estas piezas de variados géneros, nos narran múltiples historias en donde se resumen asuntos relativos a la identidad, el territorio y sus memorias.

Las mujeres de los Montes de María también han presentado piezas que nos hablan de su resistencia, sus testimonios, canciones y, hoy, con más paz, son capaces de reconstruir su historia, en donde han tenido que enterrar a esposos, padres e hijos. Con su fuerza, estas mujeres han podido reconfigurar su existencia, proteger a la comunidad y creer que puede haber un mejor futuro si se es capaz de contar lo que ha sucedido para que no haya repetición dentro del territorio.


Para consultar:
Felícita Campos - Banrepcultural.