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Una exploración para re-conocer

 



Una exploración para re-conocer

Una propuesta sociocultural que acerca a la población en situación de vulnerabilidad le ha dado un nuevo sentido a la palabra “explorar”.

Por Ángela María Agudelo Urrego



Oscar* es de Montería, Córdoba. Cursa quinto de primaria y una de sus materias favoritas es Matemáticas. Le pregunté por su experiencia en Bogotá. Se quejó del frío y, con una sonrisa tímida, me confesó que esperaba ver un dinosaurio y unos castillos antiguos en su visita. Al igual que muchos niños del Colegio Ramón de Zubiría, Oscar no conocía el Museo Nacional de Colombia.

En 2010 el Museo Nacional de Colombia, en alianza con la Fundación SURA, creó Explorando Patrimonios, un proyecto que busca que niños, jóvenes y adultos mayores construyan nuevas formas de relación con el entorno, el patrimonio y la identidad, a la vez que se acerquen a los espacios culturales y conozcan las temáticas relacionadas con el Museo. Cada edición dura un año y acoge a instituciones sin ánimo de lucro que favorecen a la población infantil y de primera infancia, a niños y jóvenes con discapacidad cognitiva y a adultos mayores, todos sectores en condición de vulnerabilidad.

En la primera vigencia la propuesta solo trabajó con una visita al Museo para niños entre 6 y 12 años en situación de vulnerabilidad: riesgo de vida en la calle, trabajo infantil, maltrato, etc. En total fueron 8.314 beneficiados, una cifra que motivó al programa a proponer más actividades –incluyendo las que se realizarían a futuro–, encontrar nuevas instituciones e involucrar a otras poblaciones. Explorando Patrimonios incluyó en su tercera vigencia a la primera infancia –niños de 3 a 5 años–; en la cuarta, a personas con discapacidad cognitiva y física; y en la sexta, a adultos mayores –personas mayores de 60 años–.

El 21 de marzo, 40 estudiantes acompañados de Carol Camacho, Rubiela Ávila y María de los Ángeles Torres, sus profesoras, llegaron para conocer el Museo Nacional de Colombia y llevar a cabo la segunda parte de un binomio de actividades. Antes, talleristas de la División Educativa y Cultural del Museo habían visitado su colegio, ubicado en Suba. En la comunidad los monitores realizaron el taller Lazos infinitos, el cual trabajó sobre las relaciones de los niños con sus compañeros, su familia, su país, su colegio y su salón de clases, territorios entendidos como lugares de relatos, sentimientos y vivencias.

El taller en el Museo comenzó en la bóveda El Oficio del Orfebre donde 20 estudiantes, con visores de cartón y un material con el mapa de Colombia, observaron los patrones de los pectorales emberá o las narigueras muiscas y quimbayas. Luego, y ubicados de a parejas, usaron el visor para ver al compañero que estaba al frente. Flor Marina Medina, tallerista del Museo Nacional de Colombia, les preguntaba por el color de su piel, sus ojos o su cabello. Algunos reían al imaginarse a sus amigos usando un peluquín. Identificar esos detalles físicos era la primera parte de un taller que ve las diferencias como una oportunidad para conocer al otro. “Lo interesante es que todos seamos diferentes”, indicó Flor Marina, ante la negativa de los niños al imaginarse un mundo en el que todos fuéramos iguales.

Para María de los Ángeles Torres, docente de Sociales, las visitas a la comunidad y al Museo se han convertido en una experiencia enriquecedora. Las clases sobre historia del país o la geografía del continente se han complementado con las actividades que Explorando Patrimonios ha hecho. Las vigencias, a medida que se van realizando, son la oportunidad para proponer nuevos objetivos, atender a más público y evaluar algunas actividades de las próximas ediciones.

Después de visitar la bóveda, las cabezas ordenadas de dos en dos pasaron a una fila que se dirigía al tercer piso. Frente a las Lavanderas del río Sena, los niños se sentaron y cerraron sus ojos. En ese momento, el sonido del viento se coló en la Rotonda. La obra de Andrés de Santa María acompañó la segunda etapa relacionada a la escucha, en la que el visor quedaba de lado y el mapa de Colombia era protagonista. Emocionados, los niños decoraban con adhesivos alguna parte del mapa. Los stickers representaban elementos propios de los muiscas y arhuacos que, al pegarse, daban vida al territorio colombiano e iniciaban una nueva manera de conocer nuestro país.



Carol Camacho, educadora especial del Colegio Ramón de Zubiría, afirma que uno de los valores del programa es esa mirada diferente que resulta al tratar estos temas en el aula de clase, que les da a los niños otra perspectiva de la realidad colombiana. A esto, le añade la falta de recursos que, en la mayoría de casos, aleja a los públicos de los sitios culturales. Es por esto que Explorando Patrimonios, además de ofrecer la experiencia educativa, brinda una serie de garantías a las instituciones: transporte ida y vuelta al Museo Nacional, servicios educativos, material didáctico y refrigerio para los asistentes.

La escucha dio paso al baile. En la sala 17 y con la playa de Taganga de fondo, la danza del canalete se mezclaba con movimientos. “Derecha, izquierda, derecha, izquierda, atarraya, peces”, repetían los niños. Flor Marina dirigía una orquesta de pequeños pescadores que, entre risas y bromas, no podían levantar las “toneladas” de peces que habían recogido.

Después de la danza, los estudiantes se despidieron de la pequeña sala de fotografía en donde estaban reunidos. En la misma sala, entre la escultura de Negret y las pinceladas de Botero, niños y niñas se intercalaron e hicieron un círculo. La “profe” Flor Marina, como la llamaron durante el recorrido, les habló sobre el territorio y las fronteras, dos conceptos entendidos como exclusión y diferencia. Desde esa vez, pensarían en positivo. “La profe” sacó de su bolsa unas manillas de color púrpura que recordaban que “el mundo está hecho para ti y para los otros”. Mientras se amarraban el distintivo mutuamente, los niños leían la frase escrita en letras blancas. La reflexión de Flor Marina invitaba a pensar en las diferencias como una oportunidad para conocer a los compañeros de clase, aceptando que sus gustos, ideas o pensamientos pueden ser distintos. Eso, en vez de tener una connotación negativa, les permite aprender y conocer más del otro.

A través de Explorando Patrimonios, niños, jóvenes y adultos en condición de vulnerabilidad han aprendido sobre territorio; patrimonio personal, colectivo e inmaterial; paisajes culturales; ecosistemas naturales; y las colecciones del Museo. Dicho aprendizaje es bilateral, pues, además de enriquecer los espacios de consumo y disfrute cultural de las comunidades, el programa fortalece los procesos educativos al interior del Museo, permitiéndole a docentes, cuidadores y profesionales conocer sobre nuevas metodologías y contenidos de la mano de una institución que trabaja y se acerca a la comunidad.

La “exploración” se ha dado en 19 de las 20 localidades de la ciudad (excepto Sumapaz por razones logísticas) y en 3 municipios cercanos: Soacha, Sesquilé y Facatativá. Si bien el punto más fuerte del programa ha sido el trabajo con la población infantil, esta actividad trasciende el espacio físico del Museo y ha beneficiado a 21.411 personas –total correspondiente a los cuatro públicos con los que el programa trabaja– desde la primera hasta la sexta vigencia.




Después del refrigerio y a punto de terminar la visita, Oscar me responde con un gran “sí” cuando le pregunto si volvería al Museo. Su tiranosaurio rex fue reemplazado por un aerolito hallado en 1810 y, en sus palabras y con otra gran risa, recuerda que la obra que más le gustó fue “la de la señora con las frutas”. Ese 21 de marzo, 40 niños conocieron el Museo de una manera diferente.

Desde hace siete años, la exploración ha hecho algo más que acercar y dar sentido a los sitios culturales. En esta ocasión, fue una oportunidad para reconocer que la “diferencia”, en vez de generar discusión, crea nuevos espacios para reír, conocer y aprender, como lo hicieron los niños ese día, para tejer y fortalecer esos “lazos que nos unen” –haciendo referencia al nombre del taller–.

En la actualidad la exploración ha adquirido una nueva faceta. Con diarios, mapas, cintas de colores, actividades didácticas y reflexiones, se han trazado recorridos para que niños, jóvenes y adultos en condición de vulnerabilidad, al igual que docentes y cuidadores, rompan los límites físicos del Museo Nacional, un espacio que rescata el valor del trabajo con –y por– la comunidad.

Para conocer más de Explorando Patrimonios, los invito a visitar su sitio web: http://explorandopatrimonios.com

*Por razones de seguridad, omitimos el nombre completo de Oscar.


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