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“Hay que desmitificar la discapacidad”

 


“Hay que desmitificar la discapacidad”


Por Ángela María Agudelo Urrego


Jefferson Ramírez, monitor docente del Museo Nacional de Colombia, vive a través de la cultura, la comunicación y el fútbol. Su primera visita comentada del año fue también la primera ocasión en la que Shaira, su perrita guía, asistió al Museo como monitora. 

En el Samara Arena, estadio de Rusia, el árbitro pitó el final del partido entre Dinamarca y Australia. Jefferson lo había seguido por radio y el empate no favorecía sus apuestas. Se quitó los audífonos y siguió a Shaira, su perrita guía, quien entró con él al Museo Nacional de Colombia para acompañarlo a dirigir su primera visita comentada del año. 

Jefferson es monitor docente desde diciembre de 2016 y fue uno de los primeros voluntarios ciegos. Ha sido guía para personas con y sin discapacidad y espera que sus visitas se conviertan en una oportunidad para aprender y en un argumento para ir al Museo. Ese jueves y en compañía de Cristian y Santiago, monitores de la División Educativa y Cultural, dirigía la actividad Percepción táctil. Antes de comenzar, les indicó a los asistentes que el 70 % de las acciones que hacemos a diario son visuales. Por eso, el recorrido era una exploración a través de los sentidos.

El grupo siguió a Shaira, una labradora de dos años y medio. Para saber en dónde estaban ubicados, Jefferson les pidió a los participantes que escucharan cómo las ramas de los árboles chocaban contra el viento. Invitó a uno de los asistentes a que tocara las paredes del jardín para describirlas, mientras él narraba la historia de la sede actual. La textura “corrugada” de “cemento y ladrillo” descrita por Jonathan, un visitante, se alzaba frente a ellos. Santiago se acercó a las personas presentes con una maqueta para que, a través del tacto, conocieran la arquitectura del Museo, su forma en cruz y hasta la posición de cada ventana. 

Cuando guiaba al grupo de un lugar a otro, Shaira atraía las miradas de los visitantes del Museo que no hacían parte del taller. Algunos comentaban que era una perrita muy linda y otros, por curiosidad, se acercaban a leer su arnés: “Perrita guía. No me acaricies, estoy trabajando”, indica. En las salas, Shaira esperaba alguna instrucción o se acostaba un rato. 

A lo largo de la visita, la mecánica fue similar: mientras Jefferson hablaba de las salas y los objetos en ellas, el público interactuaba con el material didáctico que los monitores llevaron. Los participantes descubrieron el olor a hierro del aerolito; las vasijas de los ajuares funerarios que representan las patas gruesas y el pico curvado del águila harpía en la bóveda El Oficio del Orfebre; la textura lisa de una calavera de plástico y un proyectil en la Tumba del Altiplano Nariñense; la forma redonda de un volante de huso en la Reserva Visible; y el piso corrugado decorado con líneas en la celda del tercer piso. Algunos asistentes preguntaban por nombres y fechas, o comentaban entre ellos su interés por conocer nuevas cosas. 

El humor fue un elemento importante en la visita. Jefferson aprovechaba las intervenciones de los asistentes para mezclar la información con datos curiosos o comentarios graciosos que hacían más ameno el recorrido. El público agradeció este espacio dedicado a la población en condición de discapacidad, el cual fue una oportunidad para poner a prueba sus sentidos y para conocer más sobre la historia y la arqueología de nuestro país. 




El “alfa” y el “compañero”

Cada movimiento de Jefferson es vigilado por Shaira, una perrita guía que lo acompaña desde diciembre de 2017. Si él responde algún chat, Shaira se entromete con su nariz mojada; si él se mueve dos centímetros para acomodarse mejor, Shaira se levanta y se sienta a su lado. Cuando tiene puesto el arnés, Shaira se mantiene en estado de alerta; entiende que Jefferson, el “alfa”, es el líder a quien debe guiar y proteger.

Para conseguir a Shaira, Jefferson acudió a la Fundación Colombiana para el Perro Guía Vishnu del Cypres, que entrena a los canes y evalúa a las personas en condición de discapacidad. Órdenes con la tradilla, visitas y ejercicios en conjunto sirvieron para establecer lazos de confianza y cariño entre ambos. Sin negar la ayuda del bastón, Jefferson afirma que una perrita guía le ha dado independencia y rapidez. Juntos han recorrido gran parte de Bogotá y han ido a centros comerciales, iglesias, hoteles y museos. En varios lugares les han negado la entrada o le han pedido a Jefferson dejar a Shaira afuera. “Es como si nosotros fuéramos uno. Ella es mis ojos, no puedo dejarla”. Para combatir la desinformación, sugiere un trabajo de pedagogía que señale que es una perrita guía y que muestre qué garantías o certificados, como el carné de perro guía, hay detrás de este servicio.

Sin embargo, no todo es trabajo. Sin el arnés la perrita tiene otro objetivo: buscar sus juguetes, morder huesos o alcanzar la pelota. Ella y Jefferson juegan hasta que uno de ellos se canse y, así, el “líder” se convierte en “compañero”. Jefferson ha comprendido que el cariño es sinónimo de responsabilidad: está pendiente de los horarios de alimentación de Shaira, de darle agua y de bañarla. Ella le agradece con movimientos de cola, brincos y compañía incondicional. “Esa lealtad hace que uno se apegue muchísimo y crezca la relación”, dice Jefferson, mientras acaricia la cabeza de Shaira.


“Hablo y respiro fútbol”

Una pañoleta amarilla con el escudo de la selección colombiana contrasta con el pelaje negro de Shaira. En época de mundial, los dos aprovechan para apoyar al equipo nacional y escuchar fútbol varias veces al día. Después de la visita, conversamos sobre los resultados de los partidos y el rendimiento de Colombia. 

El papá de Jefferson, quien practicaba ciclismo y fútbol y sintonizaba las narraciones del Tour de Francia, lo acercó al deporte. Ingresó a varias escuelas y estuvo en las divisiones menores de Millonarios F. C. Sus buenos reflejos lo hicieron dueño del arco. Un balonazo en la cabeza causó el desprendimiento de sus retinas lo cual desencadenó su ceguera, pero eso no lo alejó del deporte que tanto ama. Conoció el fútbol 5 para ciegos —a nivel recreativo— y el goalball —a nivel profesional—, un deporte creado para personas con discapacidad visual en el que se enfrentan dos equipos, cada uno de tres integrantes. Recuerda con alegría su primer torneo de fútbol 5: su equipo, a manera de reconocimiento, le regaló el trofeo del tercer lugar. 

Le entusiasman todos los aspectos del deporte: las noticias, las estadísticas, las transferencias y los datos curiosos. A ello, le suma otra de sus pasiones: la comunicación. Para él lo más importante es “hacer lo que a uno lo hace feliz”. Habla con cariño del deporte, la mediación y, por supuesto, de su trabajo en el Museo Nacional. A través de estas tres pasiones, ha cumplido sueños y ha aprovechado para visibilizar el potencial de la población en condición de discapacidad. 


Romper los paradigmas

Lorena e Iván, amigos de Jefferson y monitores del Museo, ubican canicas y bolas de papel para jugar triqui. Jefferson recuerda que las últimas tres hojas de sus cuadernos de colegio siempre estaban adornadas de pequeños tableros llenos de equis y círculos. 

A continuación le pregunto por su trabajo en el Museo Nacional. La oportunidad de ser parte del equipo educativo del Museo le llamó mucho la atención porque así conocería y trabajaría con públicos muy diversos. En sus palabras, el engancharse con las piezas y transmitir el conocimiento ha sido un proceso muy bonito. Recuerda con amor ese primer recorrido que realizó con la ayuda de Alejandro Suárez y un grupo de personas con discapacidad visual y que sirvió como su evaluación para ser monitor docente. 

¿Expectativas? Bastantes. A través de actos y hechos, hay que romper esos prejuicios que la gente tiene: que las personas con discapacidad no pueden disfrutar de un partido de fútbol, que no pueden hacer uso del transporte público o no pueden trabajar. Así mismo, espera que los ciudadanos se den la oportunidad de conocer qué es un perro guía y qué servicio presta. 

Pero Jefferson se propuso una misión principal: “hay que desmitificar la discapacidad”, me advierte. Con este objetivo, espera cambiar la mentalidad de los públicos y los ciudadanos. Una de las acciones concretas para llevar a cabo esta iniciativa ha sido el enfoque de las actividades que la División Educativa y Cultural del Museo Nacional tiene. El Programa de Accesibilidad no solo cuenta con actividades como Percepción táctil, sino que también ofrece talleres, visitas comentadas y eventos para el público en condición de discapacidad visual, auditiva y cognitiva. Además, varios monitores de la División son personas en condición de discapacidad. 

Respecto a su trabajo en el Museo, con cada visita espera sumar de tres en tres, afirmación que hace referencia a los puntos que un equipo de fútbol obtiene al ganar un partido de torneo. Menciona, además, al equipo del Museo: Margarita, Iván, Lorena, Alejandro, los demás monitores y cómo todos deben trabajar coordinadamente para estructurar las ideas y llevarlas a cabo, con el fin de lograr aportes innovadores para personas con y sin discapacidad. “Cuadrar bien la táctica y que en la práctica sea un golazo”. 


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