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Haciendo museos

 

Haciendo museos 

En una muestra de creatividad, los funcionarios del Museo Nacional crearon su espacio cultural.



Por Ángela María Agudelo Urrego

En el Museo Nacional, cada sala se ha convertido en un lugar donde se reconoce la diversidad. Para celebrar el Día Internacional de los Museos, la sala de talleres siguió la misma pauta. Sobre cubos de madera, 76 museos abrieron sus puertas al público. 

Por primera vez los funcionarios hacían uso del material didáctico de una exposición temporal. En diálogo con El museo en el museo. Un lugar entre el XIX y el XX, la División Educativa creó un material pedagógico que pone a prueba la creatividad de quien lo use. ¿El reto? Crear un museo. 

Primero se escogía un nombre y, a partir de él, se contaba una historia. Sin una línea temática impuesta, los museos se convirtieron en reflejo de nuestro país, en espacio de reflexión, en una oportunidad para conocer más sobre sus creadores e incluso, en un espacio para la crítica. No importó si el tema no estaba relacionado directamente con el patrimonio y el arte, cualquier idea fue inspiración para crear esos pequeños sitios culturales. El “Museo de los refranes” compartía espacio con el “Museo de los millenials”, el “Museo de la vida” vigilaba al “Museo de la fantasía” y el “Miauseu” posaba amigable al lado del “Museo del Perro”. Había los que, a través del humor, se convirtieron en diatribas hacia los políticos o hacia los procesos engorrosos de contratación y los documentos que las entidades del Estado solicitan; mientras otros, a través de los caprichos o de las cosas que quisieron ser, daban una pista sobre quién los había hecho.

Días antes, les pregunté a algunos por sus museos. Con intriga o como si tuvieran en su poder información privada, me respondían que era un secreto. Otros, con ansiedad, aún ni sabían por dónde empezar. A modo de pausa activa, un grupo cambió  el teclado por las tijeras y el pegante. Otros llevaron “la tarea” para la casa. Varios se arriesgaron más y se pusieron el casco de constructor para darle una dimensión más a sus museos: le agregaron centímetros, instalaron iluminación y hasta añadieron visitantes de tres centímetros de estatura y su propio aerolito de plástico. 

Recortes de revistas y periódicos e imágenes impresas se encajaron como piezas de rompecabezas para reemplazar las pinturas y retratos. Casi todos pegaron los stickers que incluía el material didáctico y algunos talentosos le añadieron obras en exhibición y fichas dibujadas o escritas por ellos mismos. Aquello que no era necesario –en ese momento– esperaba su turno en reserva. Con cuidado maternal, los funcionarios habían escogido las piezas que harían parte de su exposición y le habían dado color a las que en un principio eran paredes blancas de cartón. Algunos con orgullo y otros con modestia, presentaban sus pequeños lugares culturales. 




Cada funcionario se convirtió en director, investigador y monitor de su pequeño museo. Fue sorprendente ver cómo cada uno de ellos, con creatividad y dedicación, convirtió un cartón en blanco en un lugar artístico y cultural. En la sala alterna, 76 museos abrieron sus puertas para que compañeros de trabajo y –ahora– público en general, pudiera ingresar a sus museos dentro del Museo. 




Si quieren ver los trabajos hechos por los funcionarios, los invito a ver la galería de Museos o visitar la sala de talleres del Museo Nacional de Colombia. 


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