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Pieza del mes, julio 2014

Feliza Bursztyn
De la serie Las camas
1974
Ensamblaje
Reg. 7764

“Ese es uno de los júbilos que proporciona el trabajo de Feliza: no saber nunca qué función van a asumir los hierros viejos; no saber incluso si van a asumir función alguna o si, en cambio, van a experimentar el renacer más insólito…”[1].

Una de las ganadoras del Primer Salón Intercol en 1964, la artista Feliza Bursztyn (1933-1982) se destacó desde sus primeras apariciones como una de las escultoras más importantes del país. Entre los aportes que introdujo en su obra se encuentran el uso de materiales no tradicionales en la práctica escultórica, es decir, elementos diferentes del bronce, el hierro, el mármol o la piedra arenisca; la ambientación de los montajes de sus exposiciones llegando a ocupar amplias áreas con varias de sus piezas y elementos sonoros; y el uso del movimiento en sus obras incorporándoles motores preparados.


El público reconocía a Bursztyn por elaborar volúmenes y objetos mediante la acumulación de chatarra, hierros usados o sobrantes de láminas de metal que unía con soldadura. Así mismo, se destacaba por la manera en que se diferenciaba del escultor tradicional. En vez de hacer un arduo trabajo de preparación de la pieza final, elaborando varios objetos preliminares que luego sometía a intervenciones adicionales, Bursztyn acumulaba material en su taller y procedía a organizarlo en la estructura misma, añadiendo o quitando según la conveniencia de lo que deseaba representar. En palabras del investigador Germán Rubiano, “dentro del principio de acumulación sin mayores premeditaciones, en el que no se busca la definición de espacios internos o vacíos sino la reunión casi maciza de piezas completas o parciales de toda suerte, estas esculturas instauraron la estética de lo pobre y deteriorado”[2].


Por otra parte, la artista buscó poner su obra fuera de los límites que le imponían las piezas que hacía, llegando a unir varias de ellas o a montarlas entre sí en algunas ocasiones. Así mismo, para ampliar los resultados de esta experiencia buscó la ayuda de compositoras de música experimental, como Jacqueline Nova, para diseñar complejos montajes. Más tarde, tras la desaparición de Nova, que le ayudó en proyectos como el de las camas con movimiento conocidas con el nombre de Cujas, Bursztyn ideó Baila mecánica, una ópera actuada enteramente por esculturas suyas, acompañadas con la música de otro compositor. Según Rubiano, fue el arquitecto Fernando Martínez quien le presentó la obra de un “compositor medieval llamado Perotino Magnus”, por medio de la cual bailaron “Pechuga, Fragata, Pipa, Polín, Gordillo y Ballón, recubiertos íntegramente de telas ordinarias pintadas y manchadas por la propia artista con colores pardos, ocres, naranjas y lilas mortecinos”[3].


Al referirse a este proyecto, la escultora afirmaba que hacía parte de una investigación que iba mucho más allá de la acumulación de esculturas en un solo evento Según ella, “la Baila es un ambiente, es decir, no es una escultura con una forma. […] continué con esta clase de trabajos, de los cuales ya había realizado uno hace mucho tiempo en el Museo de Arte Moderno, que dirigía Marta Traba, en Bogotá, todo de tiras de metal puestas sobre las paredes…”[4].

No obstante, antes de acometer ese ambicioso plan, Bursztyn le había dado movimiento a sus esculturas mediante el uso de motores que por momentos echaban a andar, haciendo vibrar láminas y sobrantes de metal que chocaban entre sí. Para el poeta Hernando Valencia, en esos trabajos “la técnica puede ser artesanal, pero nada hay de femenino en ese enfrentamiento con la terquedad inexorable del hierro ni con la vigencia, no menos obstinada, de la ley de la gravedad”[5].


La obra de Bursztyn planteaba un reto a la comprensión de un espectador poco acostumbrado a ver movimiento en los objetos escultóricos ubicados dentro de una sala de exposiciones. Para Germán Rubiano, esta artista fue la primera en establecer  “en Colombia una relación nueva entre la obra y el espectador, una relación si se quiere más estrecha y en la cual no cabía la contemplación estética, porque todo estaba predispuesto para que la escultura chocara y molestara”[6].


Referencias:

Hernando Valencia Goelkel. “Feliza Busztyn”. Catálogo exposición. Bogotá: Museo de Arte Moderno de Bogotá, 1974, s.p.

Germán Rubiano. “Feliza Bursztyn, escultora”. Escala. Bogotá: Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional de Colombia, p. 4.

Maritza Uribe. “Feliza baila en Cali”. El País. Cali: 18 de noviembre de 1979, p. 6.

 



[1] Hernando Valencia Goelkel. “Feliza Busztyn”. Catálogo exposición. Bogotá: Museo de Arte Moderno de Bogotá, 1974, s.p.

[2] Germán Rubiano. “Feliza Bursztyn, escultora”. Escala. Bogotá: Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional de Colombia, p. 4.

[3] Ibíd., p. 8.

[4] Maritza Uribe. “Feliza baila en Cali”. El País. Cali: 18 de noviembre de 1979, p. 6.

[5] Valencia Goelkel. Ob. cit.

[6] Rubiano. Ob. cit., p. 2. 

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